Martínez Carrillo, María de los Llanos
La importancia del río Segura y su red de distribución del agua en el mantenimiento de la sociedad medieval supera, material y culturalmente, cualquier comparación que se intentara establecer con las circunstancias actuales. El aprovechamiento del agua era la única razón del asentamiento de la población en un territorio como el del Reino de Murcia, que se caracterizaba políticamente por ser el bastión fronterizo de Castilla entre Aragón, Granada y el Mediterráneo y geográficamente por ser una región subdesértica que sin una rigurosa administración del agua disponible podía convertirse en un área prácticamente anecuménica1. Cereal y vid eran los dos cultivos básicos y mayoritarios a los que se dedicaba la explotación de la tierra regada por el agua del Segura y cualquier otra actividad económica de carácter artesanal se basaba en la utilización del agua como fuente de energía o componente imprescindible en el sistema de producción. No controlar el agua suponía inexorablemente la miseria y subsiguiente despoblación del territorio.
De ahí que la documentación existente acerca de las avenidas y sus consecuencias sea, a pesar de su fragmentación, rica en descripciones de amplísima utilización para el historiador y otras ciencias próximas, en las que el conocimiento de estos fenómenos físicos de tan gran transcendencia social sea materia historiable.
Finales del siglo XIII.
Existe la evidencia documental, en noviembre de 1285, de la destrucción que el río ocasionó en tiempos inmediatamente anteriores, en la presa de los molinos que se estaban construyendo por entonces en la ciudad. Queda la duda de si esta rotura se debió a una crecida del río de consecuencias a medio plazo o a varias de menor alcance vinculadas entre sí por la precariedad de los medios y las esterilizantes luchas desatadas por el control de los molinos de la ciudad, habiendo, como hay, documentación referente a roturas de la presa en 12902. Tanto en uno como en otro caso los finales del siglo XIII debieron ser tiempos lluviosos que afectaron a la estabilidad del establecimiento cristiano en el reino.
Otoño de 1328.
Cascales cita una convocatoria de Cortes a celebrar en Burgos, hecha por Alfonso XI desde el real sobre Escalona, que debió de celebrarse entre diciembre de 1328 y enero de 1329, época en la que el rey estuvo efectivamente en Burgos; según Cascales los procuradores murcianos Guillén Riquelme y Guillén Celdrán trajeron a su vuelta a la ciudad el correspondiente cuaderno en el que se decía : “Lo quinto les concedió, que pudiesen hacer, y ordenar los repartimientos que convinieron, así para la presa del Río de Segura, que pocos días había se rompió con una grande avenida, como para la distribución del agua con los interesados” y acaba diciendo Estas fueron las cosas, que los procuradores traxeronde nuevo de las Cortes de Burgos, que particularmente tocaban a Murcia, sin otras muchas contenidas en el quaderno, que generalmente pertenecían á los Reynos3.
Lo que se deduce de esta transmisión es que aquella riada debió de producirse inmediatamente antes de celebrarse aquellas hipotéticas cortes de Burgos, entre los finales del verano y el otoño de 1328; cuatro años después de ocurrida la catástrofe se hablaba aún de “...las aguas que venieron de luengo tienpo aca...” que mantenían cerradas las cárcavasy del propio alcázar, que el concejo pretendía abrir de nuevo sin conseguirlo, porque el obispo había construido casas en ellas adosadas al alcázar, que Alfonso XI ordenó derribar4; el desastre debió de ser de tal magnitud que en 1338, de nuevo Alfonso XI tuvo que intervenir para pacificar los enfrentamientos que se habían formado como consecuencia del costoso trabajo que estaba siendo necesario para volver a levantar el azud mayor y la cabecera de las dos acequias madres, Aljufía y Alquibla, con el fin de acabarlo “...ante que venga tienpo de aguas, porque sy asy commo agora esta la dicha açud veniesen aguaduchos que se derribaria la dicha açud en manera que se nunca mas podria fazer et que se perderian las dicha heredades et labranças que son en la dicha huerta...”
Agosto de 1377.
El 25 de agosto hubo una gran avenida que destruyó parte del puente mayor sobre el Segura, en obras por entonces, “...e derribo la arcada mayor de la dicha puente5...” arrastrando los materiales de madera hasta territorio de Orihuela.
Febrero de 1390.
“Aguaducho” o lluvias fuertes, que derribaron una pared del convento de los franciscanos, a los que el concejo entregó 100 mrs. de limosna para reparar su casa6.
Septiembre de 1398.
Gran crecida que se llevó hasta Orihuela los troncos de madera que llegaban a Murcia por el río para el consumo de la ciudad7.
Diciembre de 1403.
El desbordamiento del canal de Turbedal por Sangonera dejando cortado el camino de Cartagena porque las bestias no podían sus “lodazares”, denuncia una una importante avenida conjunta del Segura y Guadalentín, cuyas consecuencias todavía se apreciaban en febrero de 14048.
Enero-Mayo de 1409.
Grandes lluvias y subida del nivel de las acequias Aljufía y Caravija a su paso por la Arrixaca derribando paredes de los huertos en ella existentes. En mayo el camino de Cartagena estaba cortado a su paso por el Puerto orográfico de Cartagena porque las ramblas de las inmediaciones se habían desbordado, obligando a una posterior campaña de obras en el camino que lo cruzaba. Parece un año especialmente lluvioso9.
Mayo de 1414.
Grandes vientos en enero, crecida del río y corte de caminos materializado en interrupción del tránsito en el proveniente de la costa, lo cual impidió la llegada a la ciudad de los modestos mercaderes que traían pescado del litoral10.
Septiembre de 1415.
El Segura se desbordó entrando en san Antolín y derribando algunas casas, sobre todo por aportación extraordinaria de agua a través del caudal del Sangonera, estando la posible razón del hecho en que se hubiesen labrado tierras ordinariamente inundables y destruido con ello el normal camino de las aguas hacia el Segura11.
1423-Enero de 1424.
La mecánica de la riada de 1415 se repite nueve años después con magnitudes totalmente superadas, que la documentación local describe a partir de Lorca y por tanto del valle del Guadalentín, “...los aguaduchos e avenidas creçieron e vinieron tantos e en tal manera de contra la villa de Lorca, que ronpieron los dichos muros en par de la collaçion de Sant Antolin12...”.
Ninguna de las inundaciones de los años inmediatamente anteriores tuvo la gravedad destructora de la de 1424; las casas arrasadas fueron tantas que el concejo tuvo que convocar a los afectados para que las declarasen ante la institución y ésta tuviese constancia clara de cuantas eran; la ciudad quedó rodeada de agua, no pudiéndose entrar en ella más que en barca; llegaba hasta el alcázar viejo, la casa de la corte y la casa de Juan Sánchez Manuel, una de la más emblemáticas de la ciudad por ser la que solían ocupar los adelantados mayores; abrió boquetes en los adarves viejos de la parroquia de san Antolín, donde las casas adosadas a la muralla entre las puertas de Gil Martínez y Azoque fueron un obstáculo añadido para la entrada del agua por el Val de san Antolín; rompió la acequia mayor de la Aljufía, dejando la red de riegos enfangada e inservible y lógicamente destruyó las cosechas de trigo y cebada, mientras el corregidor y sus hombres recorrían la ciudad de día y de noche a la luz de las hachas; el panorama de aquel desastre quedó diáfanamente descrito en las actas de las cortes de Palenzuela en las que los representantes de la ciudad consiguieron la exención de monedas durante los cinco años siguientes:
“..de dos annos a esta parte, por causa de las grandes aguas que en la çibdad de Murçia e su tierra fueran, quel rrio de Segura que pasa por la dicha çibdad cresçiera tanto e en tal manera, quel grant poderio de la dicha agua rronpiera grant parte de los muros della e entrara dentro en ella, e que derribara fasta seysçientas casas, e se auia perdido todo el trigo e çeuada e vino e azeyte e bienes muebles que en ellas auia, e que por esta rrazon la dicha çibdad estaua muy despoblada e non tanbien guardada commo conplia a mi seruiçio, e que por causa dello muchos dellos vezinos de la dicha çibdat se auian ido a Aragon que era a quatro leguas de la dicha çibdat13...”
.Todavía en 1475 había supervivientes que recordaban sus destrucciones masivas14.
Septiembre de 1452.
La gran inundación del 20 al 23 de septiembre de 1452 como días álgidos, estuvo precedida por lluvias estivales de consideración que se aprecian nítidamenteen el encuadrillamiento por parroquias decretadoen la ciudad el 1 de agosto “...para dar salida al agua que esta rellegada a la puerta de las menoretas...”15 , auténtico nilómetro que denunciaba el nivel y la situación hídricos.
El miércoles 20 de septiembre el extraordinario caudal arrastrado por el Segura derribó el azud mayor del río inutilizando la red de acequias y, lo mismo que en 1424, al llegar a la ciudad derribó parte de los adarves viejos y del caserío de las parroquias de san Antolín, san Andrés, san Miguel y san Juan, las más periféricas y pobres de la ciudad “ e aun derribo otras muchas casas dentro de la çibdat e la moreria...”, que según la inmediata petición de ayuda hecha a Juan II fueron más de mil solamente en los arrabales; se perdió el trigo almacenado en las casas después de la recolección y la amenaza de despoblación se cernió sobre la ciudad; la alarma fue generaly el peligro máximo, imponiéndose la necesidad de reconstrucción del azud con estímulos para encontrar técnicos dándoles salarios extraordinarios “...allende de sus jornales, tanto que ellos sean bien contentos...”16 , como base imprescindible para iniciar lo que resultaría una muy costosa recuperación, ya previamente analizada; nueve meses después de ocurrida la catástrofe, el regidor Alfonso de Lorca fue a la corte a solicitar ayuda para la reconstrucción tanto del azud como de los adarbes por “...los ynmensos e terribles males e daños que a esta çibdat e a sus arauales e huerta son venidos por causa de la grande abenida desde rio de Segura...”17 .
Pocas veces la documentación ofrece tantos datos y tan minuciosos como son los referentes a esta riada. Hubo que cerrar con una tapia el paso de acceso a la torre de las Armas, situado en la barbacana inmediata a la puerta de Vidrieros, para impedir por allí el paso del agua hacia el interior de la ciudad; a pesar de ello, entró por entre los semiderruidos adarves y muros del alcázar viejo hasta la casa de la corte y en los días siguientes llegaba a la parte superior del puente mayor, destruyendo los molinos albergados bajo sus arcos con una fuerza acrecentada por los troncos de árboles y cañas que hacían el agua “regolfar” contra los muros; el peligro que ello suponíapara una nueva elevación de la crecida era máximo, por lo que el Segura fue desbrozado por los vecinos del arrabal de san Juan, que por su situación aguas abajo del recorrido fluvial eran los más amenazados, siéndoles adjudicados todos los materiales utilizables que sacaran del río18.
Entre los edificios derribados por la riada total o parcialmente estuvieron algunas dependencias interiores del convento dominico, sito en la plaza del mercado, afectado por el agua de la acequia de Caravija que lo cruzaba y por las anárquicas construcciones y tapias de reales que obstaculizaban su curso a lo largo de la Arrixaca19; la casa de la aduana, que fué reconstruida con fondos del almojarifazgo20 y la cantarería concejil que estaba situada delante de santa María de la Arrixaca que lo fue con fondos de las multas de la huerta21, además de casa y paredes de huertos en los arrabales de la Arrixaca y san Juan, continuadamente castigados por unas prolongadas lluvias en los dos años inmediatos, de tal modo que para sus modestos vecinos llegó a ser imposible hacer frente a sus censos, que les quedaron exentos durante tres años por el concejo para facilitarles las tareas de reconstrucción22.
Tres años después del inicio de la desoladora riada de 1452 y coincidiendo con una nueva riada, cuando el concejo enviaba al rey su cuarta petición de ayuda23, se contabilizaban destruidas más de mil casas y todas las cosechas de cereal y vid en una ciudad que tenía su término económicamente asolado, con las obras del azud mayor trabajosamente iniciadas y sus subsiguientes consecuencias de despoblación que tuvieron alcance regional, muy bien documentadas en Molina, desde donde se pedía la colaboración de cien hombres para reparar “...el açud e açequia...” de dicha villa, hombres que no fueron enviados por auténtica impotencia, porque estaban “...trabajados en el caimiento de sus casas que el aguaducho les derribo...”, siéndoles sustituidos por unos simbólicos 1000 maravedís de 2 blancas. No había exageración cuando a los nueve meses de la gigantesca riada el concejo calificaba de “...ynmensos y terribles males e daños...que a esta çibdad e a sus arrauales e huerta son venidos por causa de la grande abenida deste rio de Segura...”24.
Febrero de 1455.
En el otoño de 1454 las obras de reconstrucción del azud mayor llevaban un ritmo excesivamente lento en opinión del maestro de la obra Juan Pérez, que amenazaba al concejo con abandonarla sí unas lluvias excesivamente caudalosas destruyesen lo ya hecho, “...quanto mas estas cosas se alargasen era mas peligroso para la dicha obra....” y eso fue lo que pasóel 13 de febrero por la noche, cuando otro “aguaducho” arrasó la atochada que se había levantado para desviar el agua y poder trabajar en el azud25.
Las referencias documentales a este desastre añadido no dan otros datos de roturas aparte de la citada, así como la notificación al rey de los muchos daños ocasionados en la huerta, que lo fueron más por haberse producidosobre las consecuencias no superadas de la inundación de 1452 que por la importancia en sí misma que no debió de ser mucha; la fragilidad de cualquier atochada, presa temporal hecha con estacas hincadas en el suelo y rellena de atocha y algunas piedras en la base, explica que unas lluvias fuertes y continuadas la arrasasen, sin que ello permita hablar de una auténtica riada.
Septiembre de 1462.
El invierno de 1462 fue de nieves abundantes que dificultaron el uso de los pastos por los ganados, dando lugar a una marcada escasez de carnes “...asy por causa de los dannos que las nieues han fecho en los ganados este ynvierno...”26. Las abundantes nieves debieron de traer abundantes aguas a la red fluvial en la primavera y el verano y en septiembre otro “aguaducho” derribó el acueducto de los Arcos de la Alquibla, al hincharse el caudal arrastrado por la rambla de Los Arcos,que el acueducto salvaba para llevar el agua de la acequia a las tierras altas27; según se desprende de la relación de gastos de su reconstrución acabada un año después. Las lluvias continuaron de forma prolongada hasta casi empalmar con la crecida de 1465.
Marzo de 1465.
El día 19 de dicho mes y año el río ya había crecido lo suficiente para arrastrar a su paso el puenteque utilizaban los ganados de la Mesta para cruzar el Segura en las inmediaciones del azud mayor en su camino hacia el Campo de Cartagena, poniendo con ello en alerta al concejo sobre la necesidad de reconstruir el abandonado malecón que protegía la ciudad desde comienzos del siglo XV por su parte más vulnerable, que era la occidental en territorio de las parroquias de san Antolín, san Andrés y san Miguel28.
Dos días más tarde se rompió la Aljufía a la altura de la Canal Blanca y se deterioró la “falda” del azud mayor, produciéndose destrozos de consideración en el primer tramo de esta acequia mayor que dieron lugar a una reconstrucción nada fácil financiada por capital genovés; las lluvias continuaron persistentemente con elevación de los caudales y nuevas roturas en la ciudad y su huerta, hasta que el día 19 de abril “...la ciudad toda aderredor estaua çercada de agua...”, no pudiéndose pasar el río por la huerta baja sino con barcas29. Es importante resaltar, tal como en su día hicieron Torres Fontes y Calvo, la diferencia de nivel que las aguas alcanzaban a su paso entre Molina y Murcia, dos palmos de crecida en la primera y seis en la segunda, en la que uno de los factores explicativos debió de ser un aporte extraordinario del Guadalentín que no está documentado30.
Marzo de 1477.
Precedido de unos antecedentes muy lluviosos constatables en el otoño de 1475, en el que las cavas ciudadanas se mantuvieron permanentemente anegadas, acrecentando el problema de foco de insalubridad que siempre constituyeron31, así como en el invierno del propio 1477, antes de que se produjese una nueva avenida “...que paso por ante esta çibdad...” rompiendo el malecón de san Francisco por varios puntos y deteriorando nuevamente el azud mayor y otros elementos del dispositivos de riegos como la azacaya de La Herrera que fué “...quebrada por el argamason de una parte y de la otra esta foradada por bajo...” para dejar pasar el agua32.
A partir de este momento se empiezan a apreciar los primeros indicios de lo que se puede calificarde preventiva política hidraúlica concejil, en la línea de resolución social intervencionista que caracterizó el reinado de los Reyes Católicos.
Marzo de 1481.
Una crecida inmediatamente anterior había puesto en peligro la parroquia de san Miguel en la Arrixaca, por lo que los vecinos reventaron los quijeros de las dos acequias que la cruzan, Aljufía y Alquibla, para dar salida a las aguas, que con su fuerza derribaron las tapias de algunos reales; ante la reclamación de los tres jurados afectados, Francisco Bernal, Pedro Ferrete y Juan de Córdoba, el concejo declaró que no había lugar a indemnizaciones porque se había tratado de una razón de fuerza mayor33.
Junio de 1482.
En un ambiente social e institucionalmente muy activo en pro de tratar de prevenir las irregularidades fluviales, tuvo lugar otra crecida del Segura que volvió a arrasar gran parte de las obras del azud mayor, abriendo diversas boqueras en la red de riegos34. Las lluvias continuaron pasado el verano y desde los finales de septiembre arrasaron todo lo que se había reedificado en la presa a lo largo del verano, así como en el puerto de la Cadena, también afectado; se comunicó la situación a los reyes que estaban en Córdoba, agravada por el hecho de que resultaba imposible que llegara pan al mercado de la ciudad procedente de Castilla, porque los caminos estaban también intransitables35.
Septiembre de 1483.
El martes día 9 no se celebró la ordinaria sesión concejil , se celebraban martes y sábados, porque hubo una crecida del río, no debió de ser muy importante por el volumen de las aguas, pero al formar parte de una continuada serie en los últimos años y en unos tiempos de acentuada sensibilidad política acerca de las consecuencias materiales de las riadas, dio lugar a inmediatas revisiones del estado del malecón de san Francisco, órdenes de cierre de varios albollones y la acequia del Pontell- Rabal, inspección del estado del azud mayor36, etc..
Diciembre de 1485.
Se procedía a reparar las dos acequias mayores, deterioradas por una inmediata crecida del río de fecha indeterminada que había afectado fundamentalmente a la Alquibla, por la que no podía discurrir el agua; las fuentes locales coinciden absolutamente en cronología y consecuencias con la visión global aportada por la crónica de Hernando del Pulgar, dibujando los meses de noviembre y diciembre como especialmente lluviosos: “...ovo tantas é tan continuas lluvias generalmente en todo el Reyno, que la mayor parte de los ganados de todas maneras perescieron. Otrosí cayeron muchas casas é muchos edificios; é los ríos crescieron tanto, que derribaron los lugares que estaban cercanos á ellos, é destruyeron por gran tiempo todas las dehesas é huertas é viñas que estaban en las riberas; é llevaron todas las presas é molinos é azeñas é muchas puentes é todos quantos edificios estaban fundados en los ríos é sobre los arroyos...”; la prolija descripción que incluye el caso concreto de la inundación del Guadalquivir, culmina con un análisis de las consecuencias inmediatas, especialmente la carestía del trigo y las epidemias que azotaron con especial intensidad los meses de julio a octubre del año siguiente37.
Año 1488.
De las mismas características que 1485 fue el año 1488, también muy lluvioso, que Hernando del Pulgar ejemplifica en el caso de Murcia: “...llovió un agua tan reçia, que las gentes pensaron ser anegadas; é algunos pastores, é otros que andaban en los campos peligraron, salvo los que buscaron torres é lugares altos donde escapar”38 . Es llamativo que la documentación local sea muda al respecto, sin que haya datos más concretos; es posible que el cronista considere como algo anormal las fuerte lluvias de temporalidad corta pero muy intensas tan frecuentes en el área mediterránea.
Septiembre de 1493.
Crecida sin excesivas consecuencias, salvo los tradicionales deterioros en el azud mayor que dieron lugar a una nueva rotura en 149439.
Agosto de 1498.
Una “avenida” de agua arrasó las obras del convento de la Merced, que se repitió con consecuencias similares a comienzos de 149940.
Agosto de 1500.
Una crecida se había llevado parte de la obra del azud mayor, en plena actividad durante el verano como era tradicional41.
Mayo de 1501.
Unas de lluvias de primavera ocasionaron una crecida del Segura, calificada de grande, aunque si bien el agua inundó el bovar y las cavas de la ciudad, no parece que hubiera destrucciones importantes de casas, dado que los documentos no pasan de comentar el peligro que corrió la ciudad, pero no denuncian un mal extraordinario a excepción de la mala cosecha de sal en las salinas de Sangonera, lo cual denuncia la participación del caudal del Guadalentín en el proceso, así como la rotura de la cabecera de la Alquibla42.
Mayo de 1503.
Crecida que quebrantó el azud mayor, en opinión de los expertos que lo inspeccionaron, por la proximidad de la boquera de la Alquibla respecto a la presa, crecida que puso en evidencia una vez más, las dificultades que entrañaba para el regadío murciano la construcción de cualquier malecón o “mota” contenedor de las aguas en Orihuela que impedía la evacuación más fluida en el anterior tramo murciano; la crecida se repitió el miércoles 30 de agosto llevándose otra vez parte de la obra del azud43.
Las consecuencias se prolongaron con nuevas crecidas en la primavera de 1504 que fueron notables en todo el tramo comprendido entre Cieza y Orihuela; el entarquinamiento del río en torno a la ciudad y el deterioro del malecón dieron lugar a abundantes aguas estancadas para las que no cabían más soluciones que precipitadas e insuficientes limpiezas del cauce urbano y periurbano del Segura y sus acequias.
Proyectos de encauzamiento del río Segura.
El siglo XV, que fue un siglo de reactivación socioeconómica y progresiva reorganización institucional, dio lugar a los primeros signos de actitudes constructivas y no pasivas, en torno a un problema endémico y estructural como era el de las irregularidades climatológicas y en consecuencia las del régimen fluvial. Concejo y oficiales reales, cuya voz es la que nos ha llegado a través de la documentación conservada, desarrollaron una febril actividad cargada de utopía, que sin embargo no enmascara totalmente un conocimiento muy real de los caracteres físicos del territorio.
A mediados de siglo se emprendió una auténtica obra de encauzamiento del Segura en su tramo urbano; con un nivel de aguas del Segura ordinario, en la primavera de 1449, el río se podía cruzar a pie por los vados existentes en los finales de su recorrido urbano y con mucha más facilidad los caballos, lo cual facilitaba la entrada de gentes no deseadas en la ciudad a la par que acentuaba los efectos de las riadas al entorpecer el curso de las aguas; una obra de aplanamiento para “estragar” los vados niveló el curso del río en dicho tramo y cuando el estiaje del verano inmediato dejó al descubierto el mismo fenómeno en el tramo inmediatamente anterior, “...baxo los molinos de la puente...”, se procedió a rectificar las propias orillas del cauce, sobre todo la derecha que era muy llana y suave, ahondándolas y haciendo “...una tajada bien alta...”44 que dificultase el cruce del río por personas non gratas.
Fueron las grandes destrucciones que se sucedieron concatenadas durante los años cincuenta y sesenta del siglo XV, las que generaron grandes esfuerzos sociales y económicos para conseguir la reconstrucción y mantenimiento de la red de riegos y, en consecuencia, empezó a abrirse paso a partir de ellas, la idea de tratar de prevenir los desastres a través de la realización de unas obras de canalización y desvío que garantizasen la más rápida evacuación de las destructivas aguas de las riadas, desde la ciudad hasta el límite con Aragón, proyectándose abrir sendos “rianchos” en Alfandarín a la izquierda del río y Beniel a la derecha.
La iniciativa partió de quién tenía poder para ejercerla, por una parte la oligarquía formada por los mayores propietarios de tierras de la huerta nueva, en proceso de rescate de los almarjales pantanosos que la habían caracterizado desde los tiempos de la conquista por los menos y por otra el adelantado mayor y los oficiales reales45, los primeros en tanto que afectadosporque las avenidas habían “ahogado” sus heredamientos de las proximidades del río en Beniel, Alquerías, Alfandarin, Rahal y Benizá. El proyecto quedó en pura inquietud de gabinete que no trascendió a los competentes niveles de la corte realhasta que no volvió a haber nuevas urgencias; siempre los planes los planes teóricos de actuación eran paralelos y a posteriori de las destrucciones concretas y materiales.
En el marco urbano se trataba de organizar y actualizar un dispositivo defensivo contra las avenidas, ya existente pero siempre necesitado de nuevas inversiones de difícil disponibilidad, que impidiese que el agua entrase en las cavas, o en su defecto que fuese rápidamente evacuada, proyecto que fue elaborado en 1477 por el jurado Diego González de Peñaranda46 y del cual se deducenlos siguientes puntos de referencia:
1.- Reconstrucción de los adarves, los nuevos desde el alcázar de Enrique III hasta Puerta Nueva, y los viejos desde Puerta Nueva hasta el comienzo del tramo urbano de la acequia mayor Aljufía; desde este punto hasta el nuevo alcázar de Enrique III la protección de las murallas respecto a las avenidas del Segura no era posible por razones topográficas vinculadas al Val de San Antolín.
2.- Construcción y mantenimiento del malecón entre el alcázar nuevoy las eras de Belchid, el área por donde empezaba la penetración de las aguas desbordadas en la ciudad..
3.- Construcción de desagües provistos de artilugios para recogiday expulsión de las aguas en ambos extremos de la cava de san Antolín, la más conflictiva de todo el perímetro urbano, que tendrían la “...forma de un pozo angosto e que se ponga baxo una rueda de molino e que venga el agua de la cava a caer por aquel agujero, tanto que sea mayor de un agujero de rueda de molino e que se faga para el agujero una percha con un tapon para tapar el dicho agujero e que ariba del pozo se ponga una losa grande para que este cubierto...” y no fuese cegado por las basuras y “...desde que la tapen cargaran la losa sobre la percha y no la dejaran sortir arriba y el agua del Pontell en creciendo el rio que la eche la via de la Algualeja y no venga a la caba...”. Algo similar se instalaría en el extremo norte de la cava, en la conexión del reguerón del valle o, incluso, algo tan sencillo como una tapón de madera “...bien calafateado con sus estopas...” que cerrara el agujero del muro cuando lloviese, y en el albollón del molino de Sancho Dávalos, situado en el interior del alcázar viejo y muy próximo a la puerta del Puente.
4.- Un escurridor instalado en la Aljufía junto al Real del Pino en la plaza del Mercado, tendría como finalidadque la acequia fuese cortada en tiempo de crecidas y el agua fuese a parar “...a las hoyas...” exteriores y no se quedase en los arrabales; junto a ello dos partidores a la salida de la acequia del recinto urbano, uno en el comienzo de la acequia de Benetúcer, continuación de la Aljufía, y otro en la de Nelva, derivada de ella, constituían el dispositivo nordeste propuesto al concejo por el jurado González de Peñaranda, convencido de la eficacia de su proyecto pues “...sy por ventura en el tiempo que el rio estouier creçido vinieren grandes aguas del çielo segund que acaesçe, despedirse ha el agua a las cauas pues estaran vasias commo dicho es...”.
Los corregidores fueron un elemento institucional imprescindible en la nueva perspectiva de problema público necesitado de solución que las avenidas adquirieron progresivamente a lo largo del siglo XV. En especial hay que destacar a Góme Díaz de Basurto (1436-1438) que fue el aglutinador de los esfuerzos concejiles para crear un plan al respecto, retomado en la década de los años ochenta; sus reuniones presidiendo una comisión de regidores y jurados “...para que entiendan y platiquen sobre los descansos que se deuen dar al rio e aquellos vistos den el curso a las aguas de las avenidas que seran menester para quitar de peligro a esta dicha çibdat...”, estuvieron impulsadas por los reyes para recoger a través de ellos la información necesaria que posibilitaría adoptar las medidas prácticas necesarias conducentes a dotar al Segura de los “despidientes” o desagües oportunos47.
En este estado de cosas, la recuperación del reguerón del Val de san Antolín, al pie de la cava48, con cooperación de los vecinos para abrirlo y limpiarlo, era fundamental para eliminar tanto las casas como las misérrimas parcelas cultivadas en él con creciente interés especulativo a través de la morera49; así como un buen sistema de albollones, sobre todo los del malecón, que impidiesen entrar por ellos las aguas desbordadas, todo lo cual no podría conseguirse sin una rígida política de sanciones que superase eficazmente los intereses creados en torno al suelo, urbano y rural, sobre el que el agua circulaba en tiempos pretéritos50, todo ello absolutamente inalcanzable en un sistema en el que coincidían en un mismo sector social los infractores y beneficiados con la elite gobernante; un ejemplo de los problemas sociales de fondo lo presentaba en 1481 Juan de Ayala, que pretendía renunciar a formar parte de la comisión de diputados que debía de buscar soluciones concretas, “...dice que por quanto muchas personas dicen publicamente que lo quel e otros atientan de facer en el remedio del rio que lo facen maliciosamente e por dapnificar a muchas personas...”, se acusaba a la oligarquía de haberse apropiado de esas tierras, salida natural de las aguas y de forzar soluciones buscando la evacuación por otros lugares que había de ser expropiados a gentes más modestas51.
La comisión nombrada por los reyes adoptó un acuerdo de importancia, hacer un “rancho” o, lo que es lo mismo, un cinturón de tierrano cultivada en torno a las partes inundables de la ciudad, por las que se ahondaran posibles desagües excavados; tanto para señalar esas tierras afectadas como para realizar los trabajos de excavación, era necesaria la participación de los vecinos formando cuadrillas, en cuya organización y gestión hubo desde el principio diferencias entre los regidores y, entre alguno de ellos y el corregidor, siendo en esta ocasión Diego Riquelme la punta de lanza de la oposición a la política del corregidor, que acabó expulsándolo de la ciudad porque ponía en juego “la pacificacion” de la ciudad52.
No todos los afectados estaban de acuerdo, las comunicaciones con la corte fueron frecuentes e intensas, pero al cabo de más de dos años de discrepancias internas, las dificultades materiales para abordar reformas de esta envergadura que afectaban a la propia estructura social de la ciudad, tenían paralizada la búsqueda de “remedios” para el río53, que se pensaban principalmente para evitar la entrada de las aguas en la ciudad.
Los procuradores de las acequias de Caravija, Benetúcer y Aljada, hacia las que las aguas debían discurrir, reconocían en 1484 y 1504 que tradicionalmente el río tenía “...siete sallidas espermentadas por los antiguos...”, las cuales habían sido cegadas por su explotación agrariapor algunos de los regidores o sus antepasados y que abrir un “rio nuevo”, hasta tal punto llegaban los proyectos de rectificación, no solo sería a costa de cortar sotos, huertos arbolados y otras tierras particulares, sino que sería motivo de subversión y ruptura del secular equilibrio existente en las tierras de cultivo “...ni que las vnas serían secano e las otras rio e las otras almarjal...”, de las que acabarían perdiéndosedoce mil tahúllas en conjunto sí el nuevo río se abría, entendiendo por nuevo río una desmesurada ampliación del “riancho”54 .
Las siete salidas o “despedientes” del río en torno a la ciudad, entendiendo por tal el recinto estrictamente amurallado, eran las siguientes:
- Las Menoretas al occidente de las Claras.
- Las eras de la Puerta Nueva hacia la acequia de Nelva.
- El huerto de Puxmarín, encerrado entre malecones por sus propietarios, en las inmediaciones de Puerta Nueva.
- El huerto de la Merced, próximo al anterior.
- San Blas, rodeado de estercoleros.
- Todo el curso de la acequia de Caravija, que tenía unos quijeros excesivamente alzados.
- Aguas abajo de san Blas, a través de terrenos cultivados con cereal y arbolado.
A ellas habría que añadir por la orilla derecha del río, la tendencia a desbordarse rodeando exteriormente un pequeño cabezo existente junto al puente, de modo que buena parte de las aguas evacuaban en dirección sur, “...el riacho que esta por detras del cabeçuelo de la puente...” era la salida natural que en 1501 se veía entorpecida por las construcciones de algunas casas y talleres derivados de las actividades de la molienda, así como los depósitos de basuras acumulados en lo que debía de ser un ejido55.
El desánimo era muy grande en 1485, porque el río estaba “...muy riberto a cabsa de las grandes avenidas que en cada un año por el vienen continuamente, en tal manera que sy al dicho rio algunos despidientes no se dan o en algo non se remedia, viniendo por el las dichas avenidas como fasta agora han venido, esta çibdad espera total destruyçion e asolamiento della...56” ; la salida natural de estas aguas era por El Raal, por un “riancho” espontáneo que propietarios murcianos y oriolanos trataban de controlar en una lucha de poderes que se prolongaba en el tiempo, a la que se sumaba la apertura de otros semejantes en tierras de Benetúcer y Benizá, buscándose la diversificación de salidas en la orilla izquierda.
Un año más tarde, llegaban ofertas de colaboración de Orihuela, a través de micer Fontes, referentes a que se llegase a un acuerdo conjunto para buscar soluciones a los desbordamientos que superasen anteriores enfrentamientos, dado que siendo Murcia por la lógica topográfica la primera ciudad afectada por las riadas, en opinión oriolana resultaba inexplicable que no se hubiesen buscando ya los correspondientes remedios57. En 1483 proyectos murcianos de buscar la salida al curso del Segura por su orilla izquierda hacia los almarjales de Monteagudo canalizando los excedentes por el azarbe mayor fueron rechazados desde Orihuela a través de la intervención real, porque ello ocasionaría la destrucción de parte de la huerta de Orihuela “...que cahe a la parte que se llama la Puerta de Murcia, porque el dicho rio ira a dar a la frontera de la dicha huerta e con la ynundacion del agua continua, desgastaria e destruyria toda aquella...”, ordenán dose entonces que el curso del río quedase “...segund que de tienpo ynmemorial aca ha ydo...58” .
En 1487 el corregidor Pedro Pacheco y el guardián de san Francisco continuaban buscando información acerca de cuales serían “los remedios del rio” y el regidor Diego Riquelme proponía una limpieza y cauce del Segura que estaba “...mucho ciego y ribuerto de las avenidas...” que corriese a cargo de los herederos de la parte baja de la huerta, que eran quienes recibían los mayores perjuicios en sus tierras59.
De nuevo en 1490 se movilizaban las fuerzas políticas para nombrar, esta vez a través de los jurados, dos ciudadanos y dos hombres buenos del común en cada parroquia, que junto con el corregidor fijasen los “despidientes”, no envano 1489 había sido un año de grandes lluvias, tanto que en pleno verano las salinas de Sangonera estaban inutilizadas, “...que salle un chorro de aguade la fuente tan gordo como el brazo...”60; sin embargo 1491 fue un año deficitario de agua, con mala cosecha de cereales claramente documentada61, tras el cual se dio una nueva crecida.
A pesar de la frecuencia de estas crecidas de finales de siglo, no se pueden comparar en trascendencia material y social con lo que fueron las de mediados del siglo. Las estructuras de la época no permitían mas que obras de reforzamiento de otoño a primavera para que llegado el verano “...que sean las aguas baxas, se haga la obra de cal y canto para que perpetuamente permanezca...”62 sin que nunca se consiguiesen los objetivos.
|